Capital: ¿Qué haremos con la basura?

¿Qué haremos con la basura?

Fecha de Publicación: 26/12/2010
Fuente: La Nación
Provincia/Región: Capital



El relleno sanitario donde vierte los residuos la ciudad de Buenos Aires colapsará en 2012. El porteño genera más de un kilo de desperdicios por día, y el consumo crece. Una problemática que exige urgente solución, pero que sólo encuentra escollos.
obre el Camino del Buen Ayre crece un volcán hediondo. Los camiones de Ceamse (Coordinación Ecológica Area Metropolitana Sociedad del Estado) desfilan sin parar, llegan y vomitan para alimentar a la Pachamama con lo que mejor habla de nosotros: nuestra basura. El relleno sanitario Norte III recibe casi 17 mil toneladas diarias de desperdicios; 5 mil de ellas son de los porteños. El problema es que la tierra está más que satisfecha con el kilo de basura que le brinda cada habitante, y en 2012 ya no tendrá más estómago para seguir masticando nuestra porquería: el relleno sanitario colapsará en 2 años y aún no se sabe dónde podremos enviar los desperdicios. Según el presidente de Ceamse, Raúl de Elizalde, están tratando, desde hace 3 años, de ampliar esos terrenos de José León Suárez. La negativa es del Ministerio de Defensa. Desde allí dicen que no por razones "ecológicas", por seguridad y porque impediría las maniobras militares que se hacen en Campo de Mayo. Para Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público, "es un problema de Estado, es una situación de la Argentina, no de la ciudad de Buenos Aires". El 2012 es ya y para poder empezar a operar en un terreno "se necesitan, mínimo, dos años", explica el ingeniero Marcelo Rosso, gerente de Operaciones de Ceamse.
El planeta produce dos billones de toneladas anuales de residuos sólidos urbanos. La ONU estima que para el año 2025 esa cifra se quintuplicará. Según la Ley de Basura Cero, sancionada en 2005 y reglamentada en 2007, para este fin de año la ciudad de Buenos Aires debía enviar 30% menos de desechos al relleno sanitario que en 2004, cuando se enterraron 1.492.867 toneladas. El año pasado fueron 1.847.748. Para cumplir con la ley se debería enviar 43% menos que en 2009: imposible. La carrera contra la basura está perdida, no hay superhéroe a la vista y sí enemigo con vestimenta fluorescente: una sociedad de consumo desquiciada -retratada en el documental de Agnès Varda Los espigadores y la espigadora-. Echale la culpa al capitalismo. Entonces la pregunta ya no es qué se hace con la basura, sino por qué y cómo se la genera. Y también: ¿todo es basura? "Los principales problemas de la sociedad industrial se basan en el tratamiento de síntomas. La humanidad se ocupa de ellos, en lugar de evitar las situaciones que los generan", decía Gilles Gillespie, responsable del movimiento Basura Cero en Australia, país vanguardista en la lucha, en una nota para LNR en 2005. No se trata de ver qué hacemos con la mugre, sino de analizar qué hemos usado para producirla, qué recursos naturales hemos utilizado -y posiblemente estemos por agotar. Grábese esta palabra que le dará picazón neuronal en las próximas décadas: sustentabilidad.
El documental La historia de las cosas, de Annie Leonard y Louis Fox, cuenta que en las últimas tres décadas un tercio de los recursos naturales fue consumido; sostiene que "nuestra identidad primaria es la de consumidor: no somos madres o profesores, sino consumidores", y asegura que la obsolescencia es planificada (úselo y tírelo rápido: piense en sus teléfonos celulares, ¿cuántos descartó ya?). La cantidad de basura viene de la mano del progreso económico o, al menos, de la ausencia de crisis: 2008 y 2009 fueron dos de los tres años que más basura enterramos. ¿El otro? 2000, previo a la debacle. Allí aparecieron los cartoneros (formalizados hay 2400; censados, se habla de 5000), único representante formal/informal del reciclado en la ciudad, que luego es trabajado en los Centros Verdes. A las plantas de separación construidas para organizaciones no gubernamentales que funcionan dentro del Complejo Ambiental Norte III sólo llega la "basura de mejor calidad", proveniente de barrios privados y localidades de la provincia de Buenos Aires.
En 2007, durante la gestión de Jorge Telerman al frente de la Ciudad de Buenos Aires, el ministro de Medio Ambiente, Marcelo Vensentini, anunció que pondrían en la calle diez mil contenedores, con tapa gris y naranja, con la idea de que se arrojaran discriminadamente secos y húmedos. Un año después asumió Mauricio Macri y su ministro Juan Pablo Piccardo consideró que el sistema de recolección diferenciada había fracasado: "En los contenedores todos los residuos están mezclados". Los de tapa naranja y gris que usted ve como estorbo para estacionar tuvieron razón de ser y poca comunicación. La situación alarmante hace que la separación en origen sea la única salida, que Santilli ya retoma: en febrero se hará la apertura de la licitación pública nacional e internacional para la contratación del nuevo servicio público de higiene urbana, que tendrá recolectores de húmedos y de secos -de estos se encargarán el EHU (Ente de Higiene Urbana) y las cooperativas de cartoneros-. Las seis zonas de recolección se transformarán en 3, y se apuesta a una ciudad completamente llena de contenedores (hoy, sólo el 28% los tiene). Además, prevé que para diciembre de 2011 estará en funcionamiento la planta privada de tratamiento mecánico biológico, que anunció en octubre último y que trabajaría 1000 de las 5000 toneladas diarias para separarlas en secos (reciclables) y húmedos (no reciclables), de modo de evitar que el 50% de esas 1000 vayan a disposición final. En 2012 debería empezar a funcionar la separación en origen, en casa. Santilli corre. Pero en diciembre de 2011 finaliza el gobierno de Macri, por lo que la continuidad de esta gestión de residuos no está garantizada en el tiempo.
La Ley de Basura Cero propone reducir la generación, modificar el hábito de consumo (no comprar de más), no abusar del packaging, reutilizar los objetos y reciclar. También dice que para 2012 se debe reducir en un 50% el envío de basura a disposición final. Para 2017, debe disminuir un 75%. Y para 2020 prohíbe el enterramiento de reciclables. Lorena Pujo, coordinadora de la campaña de tóxicos de Greenpeace (impulsores de la ley) sostiene que hasta un 50% de todo lo que tiramos hoy podría recuperarse. Para Santilli, la ley es un buen puntapié, pero utópica en cuanto a los números. Rosso coincide y Ricardo Rollandi, director de la Asociación para el Estudio de los Residuos Sólidos, considera imposible lograr cero basura. Dice Pujo: "Lo cierto es que hubo un solo intento de cumplirla, en 2007. Si hoy estuviésemos enterrando un 10% más, no un 30% más, podríamos charlar si era demasiado ambiciosa y qué podía repensarse". En línea con ella está el legislador Eduardo Epszteyn (Diálogo por Buenos Aires), que también hace hincapié en sostener la prohibición de la incineración, que se escucha a veces como solución: "Es el método de tratamiento de residuos que produce la mayor emisión de gases contaminantes para la atmósfera. En el mundo se discute mucho acerca de este aspecto y hay tecnologías nuevas que producen menos efectos, pero los producen igual", dice.
Rosso abre otra pregunta. "Hoy hay un mercado acotado para colocar el vidrio que se desecha; si se supera la demanda, no hay donde venderlo y no se puede acopiar eternamente. Y si China no compra PET (plástico comúnmente utilizado en envases de bebidas)... No es lógico plantear que hay que reciclar todo si después no tenemos una industria que absorba ese material." Pujo dice que "no hay nadie que no certifique que reciclar y recuperar materiales es lo más sustentable". Rollandi coincide con Greenpeace en que el único camino viable es la separación en origen, la recolección diferenciada, el reciclado y la reutilización. Y todos marcan lo mismo: prolongar lo máximo posible la vida útil del único relleno sanitario que tenemos -y poder empezar a hablar de sustentabilidad- depende del buen éxito en los primeros eslabones de la cadena: la separación en origen y la recolección diferenciada. Campañas de educación, gritan todos.
El futuro llegó hace rato. No se vislumbra apertura de nuevos rellenos sanitarios ("no conozco otro que se haya podido abrir en los últimos 30 años", Santilli dixit). No hay impedimento legal para la altura del Norte III (puede llegar hasta 35 metros); el suelo es el que dice cuánto resiste. Ceamse continúa con las tratativas para su ampliación. Para otra nota quedarán aspectos del negocio y ambientales. El tacho de basura de Buenos Aires está en las afueras. La fantasía de que los residuos desaparecen tiene sustento en la invisibilidad, en la distancia. Prepare los dos tachos en su cocina, o hágase a la idea de que la postal común sea la extraordinaria, la de cuando hubo aquel paro en octubre y había bolsas arrumbadas en la puerta de casa.

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