Chubut: 67 millones costará los incendios de bosques



Recuperar los bosques quemados costará 67 millones de pesos para los primeros diez años  

Fecha de Publicación
: 06/11/2015
Fuente: Diario Jornada
Provincia/Región: Chubut


El plan oficial para reforestar el área arrasada habla de un trabajo a 30 años pero advierte que la primera década es clave. En un tercio del área afectada, la vegetación y el suelo fueron reducidos a cenizas. Más de la mitad de la superficie afectada era considerada de “muy alto valor de conservación”.
Implementar un plan para recuperar los bosques quemados en Chubut costará 67.328.000 pesos, unos 7.155.000 dólares, para los primeros 10 años. Lo advirtió un informe oficial del Ministerio de Desarrollo Territorial, que considera que este operativo es “una empresa sin precedentes en la región”.
De acuerdo al documento, el éxito del emprendimiento dependerá de muchas variables ambientales, técnicas, y de aceptación y acompañamiento social. Pero el primer escollo a solucionar es el financiamiento a corto y mediano plazo. El dinero permitiría restaurar 3.000 hectáreas que se consideran prioritarias y factibles de revitalizar.
El nombre del proyecto es “Programa Integral de Manejo y Restauración de las Grandes Áreas Afectadas por los Incendios Forestales de la Temporada 2014-2015 en la Provincia de Chubut”. Y aunque apunta a 30 años, se concentra en lo que debería hacerse en la próxima década.
El objetivo es restaurar las superficies quemadas y aplicar técnicas de manejo asociadas a futuros usos. El plan incluye la participación de organismos estatales y de los pobladores del lugar.
El panorama que plantea el informe es complicado: en la temporada 2014/15 hubo en Chubut grandes incendios con más de 42.000 hectáreas afectadas. Esta superficie es el 4,3% de los bosques provinciales.
La iniciativa apunta a recuperar zonas afectadas por el incendio de “Las Horquetas” en Cholila, que abarcó 28.960,3 hectáreas; en “Del Morro”, zona de El Turbio, con 387,3 hectáreas dentro del Parque Nacional Lago Puelo, y Cerro Plataforma, con 7.371,3 hectáreas; en El Desemboque, con 2.306,8 hectáreas, y en Currumahuida y Lago Puelo, con 3.150,8 hectáreas afectadas. Epuyén, Puelo y El Turbio muestran una importante tasa de repetición de incendios en los últimos 50 años.
El ñire fue la especie vegetal más afectada con un 23,4%, seguido por el matorral mixto, la lenga y el coihue, en un total de 29.349 hectáreas. Además se identificaron 2.398 hectáreas de ciprés de la cordillera, un 6,3% del total afectado. Como especies con valor especial de conservación, se puede mencionar la afectación de 5,7 hectáreas de alerce.
Los incendios afectaron un 56 % de sectores considerados como de muy alto valor de conservación; 43,9 % de sectores de mediano valor de conservación y 0,1% del área con bajo valor de conservación pero donde se debe garantizar poder mantener la capacidad productiva del suelo.
El informe admite que los incendios tuvieron “un efecto inmensurable” sobre la regulación hídrica, la protección del suelo, la calidad del agua, la belleza escénica, la conservación de la biodiversidad y la fijación de gases efecto invernadero.Un 75% del área afectada tiene muy alto riesgo de erosión hídrica.
El daño en el 31 % del área fue clasificado como “severo”: la vegetación fue destruida completamente en todos sus estratos y el suelo orgánico fue quemado totalmente, reducido a cenizas. No significa necesariamente que todos los árboles o arbustos estén muertos, ya que en muchos casos se detectan rebrotes aislados en bosques y matorrales de ñire, laura y retamo. No así en los bosques de coihue, lenga y ciprés: allí la destrucción fue total.
Un 36 % de la superficie tuvo un daño “moderado”. Aunque el suelo fue afectado seriamente en un alto porcentaje, hay follaje chamuscado adherido todavía a los árboles y algunos ejemplares aún vivos, con signos de rebrote en el tapiz herbáceo del poco suelo sin quemar.
Un 22 % de la superficie fue afectada en grado “leve”: una alta proporción del suelo no fue afectada, conservando buena parte de su tapiz herbáceo y el mantillo. Aunque los estratos superiores fueron afectados en menos del 40 %, algunos árboles aparecen parcialmente chamuscados pero vivos. Habría que esperar la evolución para saber su potencial de recuperación.
El 11 % del área aparece sin quemar. Esto puede variar si hay un nuevo chequeo después de la próxima primavera y verano, ya que árboles aparentemente vivos pueden morir en los próximos meses.
Las pérdidas materiales no están incluidas en el presupuesto. Para estimar los costos de plantación se tomó como referencia el valor para Patagonia fijado por el Ministerio de Agricultura de la Nación: 16.082 pesos por hectárea de bosque nativo. En cuanto a las clausuras, se tomó como referencia 85 pesos por metro de alambre, proyectando construir 5.000 metros de alambrado por año. Puede ser más barato si se usa materiales del lugar como postes y varillas.
Chubut firmó un acuerdo con la Secretaría de Ambiente de la Nación para recibir fondos extraordinarios por 9 millones de pesos para atender la situación post incendio.
Un tercio irá a actividades de restauración y el resto a prevención y equipamiento. Esta plata es fundamental para iniciar el plan pero es necesario explorar alternativas.

Cada vez más tierra quemada
De acuerdo al informe oficial, los incendios en Chubut son la razón principal de la degradación y desforestación de los bosques nativos e implantados. Sólo en las últimas trece temporadas el total afectado fue de 87.000 hectáreas, de las cuales 65.000 son del último decenio. Esta cifra crece a 150.000 hectáreas al considerar los registros del Servicio Provincial de Manejo del Fuego desde 1978. La cifra representa un 9,6% de los bosques de la provincia.
Previo a la última temporada, cuando los siniestros alcanzaron magnitudes inéditas desde los grandes incendios de los ´40, la superficie media anual afectada en el período 2002/14 fue de 3.915 hectáreas, con 167 focos en promedio por temporada.
Si bien la cifra de focos decrece, se repiten las temporadas en las que la superficie afectada es superior al promedio. Estos ciclos ocurren cada vez con más frecuencia. No hubo programas de recuperación y restauración de áreas degradadas que tuvieran la misma dimensión que las superficies afectadas. Generalmente, las acciones oficiales fueron en pequeñas superficies y a manera de ensayo.
El informe usó un sistema que predice el comportamiento del fuego. Se trata del Indicador de Carga de Combustibles Disponibles, conocido como BUI, que se mide numéricamente. Durante la temporada de alto riesgo de incendios forestales, hay un seguimiento diario del BUI: si marca más de 90, hay probabilidad de fuego extremo.
En la temporada 2014/15, el BUI superó los 200 y llegó a un pico de 280 en marzo. Desde el 3 de febrero hasta el 5 de marzo, cada día que pasó el BUI registró un máximo histórico. Para empeorar el panorama, hubo lluvias sumamente escasas y temperaturas más altas de lo normal.
Un dato relevante es que cerca del 70 % del suelo afectado en Cholila sufrió un daño extensivo con la destrucción total del manto superior. La carbonización dejó una capa que puede ser arrastrada por el viento y el agua.
Este fenómeno multiplica varias veces el potencial de la lluvia para arrastrar sedimentos y su ingreso a los cursos de agua, como los ríos, con un daño potencial.
Al momento del informe ya se registraban lluvias que habían comenzado a provocar una incipiente erosión. Esto hace prever procesos de mayor magnitud, sobre todo en las zonas de pendiente más pronunciada. Allí ya habían colapsado superficies importantes, sobre todo donde el bosque remanente es más alto.

El objetivo: en 10 años, 1.500.000 plantines
Una de las recomendaciones más relevantes del informe y que más plata costará es plantar especies nativas que se perdieron y que son prioridad. El estudio aconseja conformar un Banco de Semillas. Según el repaso, en Chubut hay suficientes semillas de las especies más importantes para iniciar la restauración: este año había unos 100 mil plantines que ya fueron o están siendo usados.
Para los sectores de bosque mixto se calculó plantar 467.500 coihues, 587.500 cipreses y 445.000 lengas, un total de 1.500.000 plantines en diez años. También se producirá alerce, avellano y maitén.
Se proyectó un promedio de 500 plantas por hectárea, que habrá que cuidar del ganado doméstico y los animales silvestres. Los plantines son particularmente atractivos para vacas, ovejas, liebres, ciervos y otros herbívoros. El daño que pueden causar es muy grande, y serán necesarios los alambrados: un ataque severo de liebres puede diezmar una forestación completa en su primera semana de implantación.
El informe recomienda no extraer la madera muerta hasta no ver una recuperación de la vegetación. Es que el material muerto ayuda a proteger suelos, dispersar semillas y a la supervivencia de plántulas. Además se lo podría usar para fabricar postes y varillas para reparar alambrados, corrales y puestos.
Cuando pasen al menos dos temporadas de crecimiento luego de los incendios, se evaluará el estado de situación. Los primeros 10 años son cruciales en la evolución de la recuperación.
En los sitios prioritarios para la conservación debe hallarse una forma efectiva de sacar el ganado para evitar el sobrepastoreo de los vegetales que se regeneren naturalmente. Así se sostendrían las actividades productivas de los pobladores históricos.
El impacto de la ganadería es uno de los principales desafíos. En el corto plazo y por la abrupta disminución de la capacidad forrajera de los campos, la exclusión ganadera es una solución viable. A largo plazo la solución más racional será concientizar a los ganaderos de que deben permitir una adecuada regeneración natural que garantice la perpetuidad de bosque nativo, minimizando los efectos de sus animales sobre el trabajo de restauración.
En este sentido, en Cholila la primera tarea será aportar forraje para evitar la muerte de animales. La segunda, reconstruir los alambrados para permitir un adecuado manejo ganadero. Sin esto el programa es inviable. Hay que bajar la carga actual de ganado entre un 15 y un 20%.
En El Turbio también es imprescindible que los productores afectados disminuyan entre un 30 y un 40% las cargas ganaderas. De otra forma la regeneración natural y el programa de restauración son difíciles, y las invasiones biológicas serán uno de los principales problemas.
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